Halbert L. Dunn es un estadístico estadounidense considerado el padre del Movimiento Wellness. Además del buen funcionamiento del cuerpo, el bienestar involucra la mente, las emociones y la capacidad de optar por diversas formas de autorrealización. Podemos aprender a equilibrar nuestras esferas física, mental y espiritual para ser más felices.
¿Estoy feliz? Me siento realizado? Si la vida me diera una segunda oportunidad, ¿qué cambiaría? Montse Hidalgo es experta en Neurociencia, Inteligencia Emocional, Coaching y Programación Neurolingüística (PNL) y nos propone hacernos estas preguntas. Una de las claves de la felicidad es la inteligencia emocional, nuestra capacidad para reconocer las emociones y gestionarlas para conseguir lo que queremos. Debemos aceptar las cosas que no podemos cambiar y trabajar duro para modificar las cosas que no nos gustan y sí podemos cambiar.
Una de las claves para comenzar a aprender a ser felices es controlar la forma en la cual procesamos los hechos. Cuando nos enfrentamos a un evento o situación, el ser humano puede procesarlo, pensarlo, explicarlo y reaccionar de muchas formas distintas. Por ejemplo, si llueve, puedo pensar que es una gran oportunidad para inscribirme en un nuevo curso en línea que me interesa. O puedo reaccionar quejándome de la lluvia que arruinó mi plan previo y sentirme deprimido y enojado con el clima. Si no tengo pareja en este momento, puedo elegir sentirme triste, solo, mal conmigo mismo y deprimido, o puedo elegir valorar esa oportunidad de hacer la comida que me gusta, organizar el viaje que siempre he querido, leer mi libro favorito, escuchar mi musica y bailar sin dar explicaciones a nadie. Tu felicidad no depende de ningún hecho externo, puedes hacerte feliz a ti mismo si aprendes a concentrarte en las cosas buenas y pensar en positivo.
M. Hidalgo afirma que el 40% de la felicidad está configurada por la predisposición genética y educativa que nos ayuda o no a ser felices, según las experiencias de nuestra infancia. Las experiencias familiares de sufrimiento asociadas a determinados aspectos nos predisponen inconscientemente a actuar de la misma forma cuando somos adultos. Por ejemplo, si en tu familia el trabajo se vive como una condena y se asocia al sufrimiento, probablemente tengas predisposición a sentir y reaccionar con la misma perspectiva. Simplemente el ser humano sigue la estructura de pensamiento que ha visto toda su vida. La buena noticia es que esos patrones, que aprendemos de nuestros padres, familiares y personas significativas cuando éramos niños, pueden detectarse y modificarse.
Nuestra mente trabaja con sistemas de creencias, como programas en una computadora, condicionando las perspectivas que aprendemos. Es interesante poder cuestionar si estos programas y esa forma de pensar no están funcionando en nuestra vida. En neurociencia esta habilidad se denomina neuro reprogramación. Por ejemplo, cuando eras niño quizás querías ser perfecto y hacer todo lo que tus padres esperaban de ti para ser amado. Este «programa» o patrón de pensamiento se incorporó a tus 6 años de edad. Ahora, cuando eres tan exigente contigo mismo que nunca estás satisfecho, debes cuestionar esta creencia que te hace infeliz “quiero ser perfecto para ser amado”. Pero, ¿quién te dijo que la gente te amará si eres perfecto? Normalmente es todo lo contrario, la gente se sentirá cercana a ti por tu lado humano, no por tu perfección, que incluso podría provocar rechazo.
¿Qué pasa por tu mente? Cierto pensamiento genera ciertas emociones asociadas, que generan respuestas físicas en el cuerpo. Por ejemplo, si crees que no le agradas a tu jefe y que quiere despedirte, tu cortisol aumenta, te duele el estómago, te duele la espalda, te sentís mal. Nuestros pensamientos son responsables de la reacción de nuestro cuerpo, nos intoxicamos químicamente. Y dependiendo de cómo nos sentimos, actuamos en consecuencia. Sintiéndote así, probablemente no respondas adecuadamente a las preguntas de tu jefe, no vas a ser tú mismo en su presencia, actuarás nervioso y evitando cualquier contacto. Como consecuencia, este comportamiento determinará los resultados en tu vida, con estas acciones tu jefe no confiará en ti, probablemente no te seleccionará para un mejor puesto e incluso tal vez te reemplazará por alguien con una mejor actitud. Este fenómeno se denomina profecía autocumplida: una hipótesis provoca ciertos actos como reacción y, en consecuencia, la hipótesis se convierte en realidad. En otras palabras, la calidad de nuestra vida dependerá de nuestro diálogo interno, todo lo creado alguna vez surgió primero como un pensamiento.
Es difícil aprender a pensar diferente, el cerebro es como una jungla con caminos marcados. Es más fácil recorrer siempre los mismos caminos, pero si quieres otros resultados en tu vida y llegar a un destino distinto, tienes que coger el machete y abrir un nuevo camino. Se necesita un trabajo duro sobre ti mismo, tienes que cuestionar las ideas preconcebidas y hacer lo que en neurociencia se denomina gimnasia mental.
Por otro lado, el cerebro no diferencia entre pasado, presente o futuro, las emociones provocadas como consecuencia de nuestros pensamientos, son las mismas. Te deprimes ahora cuando te concentras en el pasado y recuerdas algo triste, tu cerebro no hace ninguna diferencia si esta realidad ya no está en tu vida. Te estresas cuando te concentras en el futuro y piensas en las cosas malas que podrían pasar. Para ser feliz es necesario concentrarse en el presente con una visión del futuro. La visión del futuro te da dirección pero necesitas vivir con intensidad el presente que es el único momento que realmente tienes.
Desafortunadamente muchos de nuestros pensamientos están orientados al pasado, son repetitivos y negativos. Eso sucede porque cuando éramos niños, por cada nueve cosas negativas, nos decían algo positivo. No corras, no grites, no salgas de la bañera, no comas más helado, no toques eso, no saltes en el sofá. En una tormenta de mensajes negativos, con mucha menos frecuencia escuchabamos un input positivo: ¡buen trabajo! Por este motivo estamos programados para pensar en negativo y debemos asumir el desafío de reprogramarnos.
Según M. Hidalgo, solo el 10% de la felicidad se da por el bienestar material. Una vez que tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, no somos más felices por tener más cosas. Entonces, si te enfocas en conseguir más cosas materiales estás caminando en la dirección equivocada. A menudo piensas “cuando tenga mi coche nuevo, mi moto, mi yate seré feliz” y esto no es cierto, es lo que la sociedad de consumo quiere que creas. Probablemente cuando compres este nuevo objeto te sientas satisfecho por un par de días, pero no te hará sentir realmente feliz.
Por último, el 50% restante de la felicidad viene dado por las actividades voluntarias. ¿Qué decides hacer con tu tiempo todos los días? Estas actividades voluntarias que eliges hacer porque las disfrutas, porque te hacen vibrar, esas actividades son las que te harán sentir pleno y satisfecho contigo mismo.
Es muy interesante mencionar un fenómeno que destaca M. Hidalgo: el síndrome de la felicidad postergada: seré feliz cuando consiga un nuevo trabajo, seré feliz cuando me mude a otra casa, seré feliz cuando me vaya de vacaciones… Mientras busques la felicidad afuera, siempre fallarás porque no es allí donde vas a encontrarla. El estado de bienestar es el proceso activo de tomar decisiones conscientes para llevar una vida sana, feliz y plena. Es un proceso de cambio, una decisión de crecimiento, para sanar tu mente, tus emociones y tu cuerpo. ¡Depende de nosotros hacerlo!